El otro prodigio nacional: la parafiscalidad
El EDITORIAL de El Tiempo de hoy se ocupa de la propuesta de ANIF de eliminar la parafiscalidad, oponiéndose como es "natural": de un modo u otro los sectores regresivos necesitan buscar aliados, y para el caso bien sirven los burócratas de las entidades beneficiadas de esa extraña y perversa tributación.
Bueno, la parafiscalidad es una de las más horribles lacras del país, lo que lo muestra como país absurdo sometido a unos demagogos carentes de escrúpulos.
¿A quién se le va a ocurrir crear un impuesto al empleo? Supongamos que una empresa contrata a muchas personas, con lo que beneficia a la sociedad, ¡pues esa empresa paga más impuesto al empleo aunque tenga pérdidas! Y si le diera por pagar buenos sueldos, lo cual puede interesar para incentivar a la gente a hacer las cosas mejor, ¡pues más impuestos todavía! El gasto de dos empleados ya genera el de un tercero en parafiscalidad.
Y claro, al editorialista no se le ocurre que si hay gastos que hay que cubrir de todos modos, se puede buscar otro medio, por ejemplo aumentar el impuesto de las rentas altas (de los magistrados y congresistas y parásitos estatales) o el IVA de bienes suntuosos. No, si no se sigue castigando al que da empleo, no va a haber ocasión de financiar servicios sociales.
¿Qué decir de la burocracia y el despilfarro en esas instituciones? Mejor callar.
El gastado argumento de que la reforma de las horas extras no sirvió para crear empleo es falaz, parte del supuesto de que siempre hay las mismas empresas del mismo tamaño, y no: cada día se crean unas y desaparecen otras, se ensanchan unas y se encogen otras. Si no ha aumentado el empleo pese a la reducción de los costes laborales, habrá que pensar que de otro modo habría habido una drástica reducción de los puestos de trabajo.
¿Por qué? Pues porque la creación de empresas y la contratación no son rentables en el país, hay demasiados trámites y sobornos que pagar, hay impuestos altísimos, los más altos del continente a las ganancias de las empresas, hay baja productividad y para colmo parafiscalidad.
Es muy representativo del país que la mayoría de los comentaristas del periódico, obviamente víctimas de la clase de educación que se imparte, creen que las empresas crean puestos de trabajo porque tienen buena voluntad o porque el gobierno las obliga. Cómo se nota que son gente que nunca ha pensado en trabajar, que creen que las empresas las crean avaros a los que les sobra el dinero y por pura maldad se van a explotar a los obreros, cuando deberían tener la obligación de contratarlos sin explotarlos.
Ante un panorama así es difícil no ponerse a llorar.
Bueno, la parafiscalidad es una de las más horribles lacras del país, lo que lo muestra como país absurdo sometido a unos demagogos carentes de escrúpulos.
¿A quién se le va a ocurrir crear un impuesto al empleo? Supongamos que una empresa contrata a muchas personas, con lo que beneficia a la sociedad, ¡pues esa empresa paga más impuesto al empleo aunque tenga pérdidas! Y si le diera por pagar buenos sueldos, lo cual puede interesar para incentivar a la gente a hacer las cosas mejor, ¡pues más impuestos todavía! El gasto de dos empleados ya genera el de un tercero en parafiscalidad.
Y claro, al editorialista no se le ocurre que si hay gastos que hay que cubrir de todos modos, se puede buscar otro medio, por ejemplo aumentar el impuesto de las rentas altas (de los magistrados y congresistas y parásitos estatales) o el IVA de bienes suntuosos. No, si no se sigue castigando al que da empleo, no va a haber ocasión de financiar servicios sociales.
¿Qué decir de la burocracia y el despilfarro en esas instituciones? Mejor callar.
El gastado argumento de que la reforma de las horas extras no sirvió para crear empleo es falaz, parte del supuesto de que siempre hay las mismas empresas del mismo tamaño, y no: cada día se crean unas y desaparecen otras, se ensanchan unas y se encogen otras. Si no ha aumentado el empleo pese a la reducción de los costes laborales, habrá que pensar que de otro modo habría habido una drástica reducción de los puestos de trabajo.
¿Por qué? Pues porque la creación de empresas y la contratación no son rentables en el país, hay demasiados trámites y sobornos que pagar, hay impuestos altísimos, los más altos del continente a las ganancias de las empresas, hay baja productividad y para colmo parafiscalidad.
Es muy representativo del país que la mayoría de los comentaristas del periódico, obviamente víctimas de la clase de educación que se imparte, creen que las empresas crean puestos de trabajo porque tienen buena voluntad o porque el gobierno las obliga. Cómo se nota que son gente que nunca ha pensado en trabajar, que creen que las empresas las crean avaros a los que les sobra el dinero y por pura maldad se van a explotar a los obreros, cuando deberían tener la obligación de contratarlos sin explotarlos.
Ante un panorama así es difícil no ponerse a llorar.
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